27 de abril de 2010

El baile del pañuelo

Puede que alguien al leer este texto se eche las manos a la cabeza. Puede, incluso, que alguien quiera tacharme de racista. Nada más lejos de la realidad. Y es que yo creo que, más que un problema de racismo, es una cuestión de coherencia, por eso no comprendo todo el jaleo que se ha organizado con el asunto del hiyab. Para mí, la cosa está bien clara:

En clase no se puede estar con la cabeza tapada. Punto. No se pueden llevar, por tanto, ni gorras, ni cascos de seguridad, ni pañuelos, ni hiyabs ni una bolsa de papel que te pongas en la cabeza. Nada. Esto, como norma de un edificio público, debería ser una razón más que suficiente para que el debate sobre si Nawja puede llevar el velo o no quedara zanjado.

Pero en este país, supongo que por la historia reciente, se tiene mucho miedo a que a un@ le llamen racista o facha. Mire usted no. A esta chica se le prohíbe la entrada con pañuelo como se le prohibiría a una coetánea española y católica. Y, sintiéndolo mucho, Nawja se tendrá que atener a las normas del instituto o bien cambiar de centro de estudios, de la misma manera que un no-musulmán debe descalzarse y cubrirse los hombros y la cabeza para entrar en determinados edificios de países islámicos.

L@s más escandalizad@s dirán que “el hiyab es un símbolo de su religión”. Ante esto, la primera respuesta que me viene a la cabeza es que, desde siempre, he pensado que la religión (todas) debe quedar para los templos y la intimidad del hogar de cada cual.

Pero, independientemente de que se trate de una cuestión de raza o de religión, lo que realmente me escandaliza es que se dé tanto bombo informativo a un mero problema de forma, cuando en el sector de la educación hay tanto problema de fondo por corregir. Véanse sino los itinerarios curriculares, la violencia entre alumnos, las agresiones a profesores o la ausencia de todo valor o principio…

En definitiva, creo que el problema no es tanto que Nawja se quite el pañuelo de la cabeza, sino que algun@ se lo quite de los ojos…

4 de abril de 2010

Reforma laboral nº 67

Siempre me he considerado una lectora insaciable, sobre todo de prensa. Quizá por eso elegí la carrera que elegí, porque hay que saber de todo un poquito.


Cosas del azar, yo he acabado trabajando de administrativo en una caja de ahorros y mi medio limón, ADE de formación, ejerce en el departamento de comunicación. Tiene mandao la cosa…


En fin, como no hay que por bien no venga, cada vez que mi medio limón se trae el trabajo a casa, aprovecho que tengo en mi poder más de quince periódicos (entre ediciones nacionales, regionales y locales) con sus respectiv@s suplementos y revistas. Todo un festín literario.


Y fue el domingo pasado, leyendo este artículo de EL PAÍS, cuando me dio por pensar que quizá esa absurda idea de elevar la edad de jubilación hasta los 67 años venga propiciada por la actual situación laboral de las mujeres en España. Me explico:


Por tod@s es sabido que, en una crisis económica, los primeros en engordar el número de parados y apostarse en la cola del INEM son los jóvenes y las mujeres. Con más razón si eres mujer y joven.


En el caso de aquellas afortunadas (entre las que me encuentro, de momento) que no son despedidas de sus puestos de trabajo, el parón laboral se materializa a la hora de recibir los ascensos. Y es que conozco a más de diez mujeres, de entre 25 y 35 años, que personalmente me han reconocido sus ganas de tener descendencia pero que, dada la situación económica actual, están retrasando el momento de ser madres. No me sorprende.


Así las cosas, me pregunto si la propuesta de retrasar la edad de jubilación ha surgido después de que a algún politiquillo se le haya ocurrido, desde su cómodo sillón de cuero, semejante asociación de ideas:


“A las mujeres embarazadas y/o con hijos se les suele poner frenos en su carrera profesional. Por tanto, las mujeres jóvenes que quieren ascender laboralmente, posponen su intención de quedarse encinta. Esto, a su vez, afecta negativamente a la ya de por si baja tasa de natalidad española… ¿Qué solución hay?”


Una opción sería la de aplicar (a la inversa) la ley china del hijo único. Ésta queda descartada por poco probable. Así pues, parece lógico que si no es posible aumentar el número de curritos españoles, se mantenga a los actuales hasta más allá de lo natural dado que, de aquí a treinta años, España será un país viejo. Y con viejo quiero decir un país donde habrá muchas pensiones que pagar y pocos trabajadores para cotizar…

23 de marzo de 2010

Al cliente... ¿una sonrisa?

Hace unos meses mi medio limón y yo nos compramos un piso. Nuestra primera gran compra conjunta. Y es curioso que, sabiendo lo indecisa que soy a la hora de comprar cualquier minucia, la mano no me tembló lo más mínimo al firmar la HIPOTECA y las ESCRITURAS (considero que algo que voy a estar pagando durante más años de los que ahora tengo se merece, cuanto menos, ser escrito en mayúsculas).

Después de recuperarnos un poco del primer desfalco, ahora andamos de tienda en tienda, buscando muebles para nuestro pisito. Y es que, hablando de crisis, todo el mundo se queja de lo cara que está la vivienda, pero a nadie se le ocurre mencionar lo carísimos que son los muebles.

Por otro lado, bien es sabido que la necesidad agudiza el ingenio y, a falta de dinero, eso hemos hecho: agudizar el ingenio. El ingenio y la memoria, porque hemos tenido que rescatar del rincón más escondido de nuestro cerebro las clases de dibujo técnico del instituto. Fíjate tú, quién me iba a decir a mí que aquellas soporíferas clases de dibujo me iban a servir, 12 años después, para diseñar mi propio vestidor…

Bueno, a lo que iba, que como andamos algo cortos de capital, hemos diseñado el vestidor que queremos en todas las perspectivas habidas y por haber, hemos hecho varias fotocopias y las estamos repartiendo por Málaga, cual desempleado reparte currículums, a la caza del comercio más barato (en igualdad de calidad y diseño).

Y estábamos en una de las innumerables tiendas de armarios que hemos visitado cuando algo en el vendedor me llamó la atención. No sé si es que se sintió ofendido por el intrusismo amateur de nuestro dibujo casero o, simplemente, es que la palabra marketing ni le suena.

El caso es que el tendero no hacía más que ponernos pegas a nuestro elaborado diseño. Donde había una barra para colgar quería poner cajones y donde había baldas quería poner zapateros… La cosa llegó hasta tal punto que, en un momento dado, levantó la voz y dijo: “Eso no puede ser así, es que no, me niego a hacer eso”.

¿¿¿¿¿¿¿¿¿Cómo que te niegas?????????? Pues ahora la que se niega a comprarte un vestidor completo soy yo, so imbécil, pensé yo, mientras de mi boca salían tímidamente las siguientes palabras: “Bueno, claro, suponiendo que se pueda hacer, que aquí el profesional eres tú”.

Le dimos las gracias, nos levantamos y, ya en la calle, mi medio limón y yo decidimos que podíamos tachar una tienda de la lista porque, por muy barato que fuera el presupuesto, esas no eran formas de tratar a alguien que se va a gastar en tu negocio una suma considerable de dinero.

En fin, que aún habiendo estudiado una carrera, un master y un doctorado en la materia, considero que sé el 0,01% de lo que se puede saber en marketing pero, lo que sí tengo claro es que Kotler y otr@s tantos genios de esto, no pueden estar equivocados: Y es que el poder, lo tiene el consumidor. Y no al revés.

26 de enero de 2010

Qué fue de...?

Este fin de semana he estado en Londres. Porque sí, porque yo lo valgo.

Con el paso de los años (esto suena a consejo de abuelo cebolleta, pero es que una se hace mayor aunque no quiera...) me he dado cuenta de que las cosas hay que hacerlas en el momento y no dejarlas para más adelante. No me voy a poner tremendista en plan "y si mañana estamos muertos...?" pero lo cierto es que no podemos saber qué será de nosotros, ni dónde ni en qué condiciones estaremos mañana.

En fin, el propósito de esta "crítica" no era averiguar el devenir de la vida, si no la habitual aunque desapercibida habilidad de los medios y lobbies de opinión de hacer caer de la parrilla informativa un tema de ¿actualidad?.

Como decía, este fin de semana he estado en Londres y, camino de Candem Town, íbamos mi pareja y yo dejándonos llevar por las escaleras mecánicas de la Euston underground station cuando, de repente, surgió LA pregunta: "Oye, ¿qué fue de la Gripe A?".
Yo, que siempre he sido muy aprensiva con los pasamanos de todo tipo de escaleras, instintivamente me aparté más aún de éste, desobedeciendo los carteles de mantenerse a la derecha, e inmediatamente comencé a divagar sobre la gran pandemia mundial (al más puro estilo "28 días después") que podría haberse originado de ser ciertas las informaciones que durante meses nos repitieron hasta la saciedad en los informativos diarios.

Navegando un poco, he averiguado que, después de seis meses, han fallecido a causa de la Gripe A unas 13.000 personas en todo el mundo. De entrada, un@ pensaría que son muchas, pero en realidad, según la propia OMS todos los años mueren más personas de gripe común de las que han fallecido por la Gripe A.

A mí este tema de los medios y de cómo nos eligen las conversaciones que tendremos en el desayuno y en el ascensor no me pilla de nuevas. Es más, es un tema que como profesional del gremio me fascina, pero como ciudadana me espanta.

¿Qué fue de la Gripe A? ¿Qué pasó con esa histeria colectiva por llevar mascarillas y lavarse las manos con el gel antiséptico? ¿Qué ha sido de la millonada de euros que se gastó el Ministerio en vacunas?

En fin, son muchas preguntas las que se quedan sin respuesta. Hoy no se habla de eso. Hoy es Haití, mañana... los medios dirán.

19 de enero de 2010

Desastre natural: Eurovisión 2010

Vaya por delante que no soy una experta en el tema eurovisivo. De hecho, creo que la última vez que vi una gala de Eurovisión de principio a fin fue en 2002, durante mi Erasmus. Aunque ya se sabe que, estando fuera de casa, todo lo que suene a madre patria, gusta.

Bien, dicho esto, creo que el Festival este año va de desastres naturales. Lo digo porque entre el Huracán de El Gato y el Soy un tsunami de Karmele Marchante, el desastre está asegurado, naturalmente.

Aún no salgo de mi asombro de que este país de fiesta y pandereta esté dispuesto a mandar a Oslo a la periodista rubia. Y más aún, que ella misma esté dispuesta a irse a Eurovisión a... ¿a qué? ¡¡¡¡Porque ni siquiera se sabe la letra de la canción!!!!

Siempre he creído que este certamen es una buena oportunidad para que músicos anónimos se den a conocer. Véase sino el ejemplo de Azúcar Moreno, Sergio Dalma o la mismísima Massiel. Por eso no entiendo que se presenten rostros ya conocidos por el público español, ex-triunfitos en su mayoría, como Lorena, Fran Dieli, Jorge González o Daniel Diges (para l@s que seáis tan carrozas como yo, recordaréis que era "Gato" en la serie "Nada es para siempre" de Antena 3, allá por el año 2000).

Por tanto, y teniendo en cuenta como decía al principio que no soy una experta en el Festival, mis favoritos son:

- Coral Segovia: una mezcla entre Mónica Naranjo y Rosa-de-España, que además tiene experiencia en esto de los festivales de música.



- José Galisteo, que al menos nos alegrará la vista durante su actuación y/o posteriores apariciones televisivas.

- Kejío, por flamenquitos y made in Spain.